jueves, 7 de junio de 2012

TEMA: LA ENSEÑANZA DE JESUS


La Enseñanza de Jesús: Sencilla, pero con Autoridad

Les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas. Mateo 7:29.

Jesús moraba en Capernaúm, y esta localidad llegó a ser conocida como “su ciudad”...
Era un punto de mucho tránsito. Gente de muchos países pasaba por la ciudad, o quedaba allí a descansar en sus viajes de un punto a otro. Allí Jesús podía encontrarse con representantes de todas las naciones y de todas las clases sociales, tanto ricos y encumbrados, como pobres y humildes, y sus lecciones serían llevadas a otras naciones y a muchas familias. Así se fomentaría la investigación de las profecías, la atención sería atraída al Salvador, y su misión sería presentada al mundo.
A pesar de la acción del Sanedrín contra Jesús, la gente esperaba ávidamente el desarrollo de su misión. Todo el cielo estaba conmovido de interés. Los ángeles estaban preparando el terreno para su ministerio, obrando en los corazones humanos y atrayéndolos al Salvador.
En Capernaúm, el hijo del noble a quien Cristo había sanado era un testigo de su poder. Y el oficial de la corte y su familia testificaban gozosamente de su fe. Cuando se supo que el Maestro mismo estaba allí, toda la ciudad se conmovió. Multitudes acudieron a su presencia. El sábado, la gente llenó la sinagoga a tal punto que muchos no pudieron entrar.
Todos los que oían al Salvador “se maravillaban de su doctrina, porque su palabra era con potestad” Lucas 4:32...
Jesús no tenía nada que ver con los diversos temas de disensión entre los judíos. Su obra era presentar la verdad. Sus palabras derramaban raudales de luz sobre las enseñanzas de los patriarcas y profetas, y presentaban las Escrituras a los hombres como una nueva revelación. Nunca habían percibido sus oyentes tan profundo significado en la Palabra de Dios.
Jesús se encontraba con la gente en su propio terreno, como quien está familiarizado con sus perplejidades. Hacía hermosa la verdad presentándola de la manera más directa y sencilla. Su lenguaje era puro, refinado y claro como un arroyo cristalino. Su hablar era como música para los que habían escuchado las voces monótonas de los rabinos. Pero aunque su enseñanza era sencilla, hablaba como persona investida de autoridad. Esta característica ponía su enseñanza en contraste con la de todos los demás. Los rabinos hablaban con duda y vacilación, como si se pudiese entender que las Escrituras tenían un significado u otro exactamente opuesto. Los oyentes estaban diariamente envueltos en mayor incertidumbre. Pero al enseñar, Jesús presentaba las Escrituras como autoridad indudable. Cualquiera que fuese su tema, lo exponía con poder, con palabras incontrovertibles... En todo tema, revelaba a Dios.

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